A partir de su propia experiencia, la artista Daniela Acosta Parsons confronta al espectador con el mundo de la mente, de los pensamientos.

Detrás de la pandemia y las secuelas que se siguen viendo, las enfermedades mentales se incrementaron visiblemente. La depresión dejó de ser el lugar común de “amanecer triste un día” o “querer dormir todo el tiempo” para mostrarse en su verdadera dimensión: personas que necesitan tratamientos, medicación, y acompañamiento para evitar los pensamientos negativos que, incluso, se traducen en suicidios. 

Por otra parte, el tema ha dejado de ser un tabú y cada vez más se habla abiertamente de esta enfermedad que, si bien puede manifestarse en bajones emocionales pasajeros, hay otra parte de la población que debe convivir con ella como otras personas conviven con la diabetes, por ejemplo. La artista Daniela Acosta es un ejemplo entre las más de 200 millones de personas en el planeta, según la Organización Mundial de la Salud, que ha vivido en carne propia la depresión. Y el dibujo se ha convertido para ella en una herramienta para seguir adelante.

Acosta creció muy cerca del barrio La Gaitana, en Suba, y por medio del programa Quiero Estudiar accedió a la Universidad de Los Andes donde cursó Historia e Historia del Arte, y donde tuvo que acomodarse entre estudiantes que tenían otras posibilidades económicas muy diferentes a la suya. Al comienzo hacía pinturas al óleo, pero lentamente se fue volcando al dibujo también porque es un soporte más barato a la hora de trabajar.

Durante años situaciones personales muy complejas, entre ellas abuso sexual, la fueron afectando a tal punto de derivar en una crisis de depresión severa que implicó que la internaran en un hospital siquiátrico durante dos semanas. Desde finales de 2015, entre fórmulas médicas que iban y venían en busca del mejor tratamiento, y que fueron afectando su cuerpo por tantos efectos secundarios -insomnio, mareos, vómitos, dolores de cabeza- su cuerpo terminó quebrándose para terminar en esa clínica en octubre de 2016.

“De ese año no me acuerdo prácticamente de nada”, dice. De esos recuerdos confusos, cuando le pasaban un papel y un lápiz, nació una serie de dibujos de la habitación donde permaneció esos días.

En estos dibujos íntimos, muy personales, se ve ese espacio donde su mente buscaba reencontrarse con la “normalidad”: una cama, unas sábanas, una mesa, unas cortinas, una ventana. A veces el espacio se ve más claro; en otros, el lápiz repisa las imágenes para hacerlos más oscuros. La luz varía en cada pequeño dibujo que nos invita a pensar desde la experiencia más profunda de la artista, en nuestra experiencia.

Pero también tácitamente señala cómo unos “doctores” son quienes tienen la razón sobre la mente de los pacientes. Cómo desde afuera se ejerce el poder sobre quien “está mal”, sobre lo que consideran necesario para “sacarlos de su locura”. También cómo otras personas -incluido el personal de la clínica- juzgan o miran de reojo a quienes sufren de problemas mentales.

Estos dibujos, esos retazos de los esporádicos recuerdos que tuvo Acosta ahí en esa habitación, más allá de su valor estético, generan vacío, incertidumbre, desasosiego, pero a la vez atisbos de esperanza. ¿Qué es la locura? ¿Qué es una persona “normal”? ¿Acaso somos normales? Esa habitación alude a una confrontación con la mente de cada uno, como si nos invitara a seguir ahí y a sentarnos a mirar por la ventana. Es una inquietud sobre el temor de enfrentarse a los pensamientos más hondos. Cuánta gente le huye a estar sola no por temor al aburrimiento sino para no quedarse consigo misma. 

Basta recordar la frase de Saramago en su libro “La Caverna”: “Decimos a los confusos, Conócete a ti mismo, como si conocerse a uno mismo no fuese la quinta y más dificultosa operación de las aritméticas humanas…”

Así como otros artistas abordan el dolor físico, el dolor de la violencia, de la guerra; en esta serie de dibujos hay una confrontación al dolor de los pensamientos. Y hay que convivir con ellos para siempre. Incluso en un cuerpo sedado, la mente se sigue debatiendo entre la peor cárcel o la más añorada libertad.

Si quieren ver la obra de Daniela Acosta, visite el showroom de la Feria del Millón. De lunes a viernes. Cl 63 No 7-58. Piso 2. Más información: 3007485406 / www.feriadelmillon.com. Un porcentaje de las ventas de Daniela Acosta Parsons irán a el fondo Nido con el propósito de construir y fortalecer redes de compasión y cuidado entre mujeres. Los recursos se destinarán a terapias grupales.